13 de mayo de 2011

Comercio justo, el café y las cápsulas

En algún blog anterior hablaba de la importancia que adquiere cada vez más a nivel mundial el comercio justo; y ahora propongo que nos tomemos un café mientras reflexionamos acerca de qué es lo que hacemos cada uno de nosotros.
La que ha sido una de mis tareas profesionales, el marketing, imprime carácter y hace que sea uno de esos bichos raros a los que les gustan los anuncios, algunos claro, y que, cuando ve una acción de marketing interesante, la siga con cierto detalle.

Desde hace unos tres años, una de las acciones más exitosas ha sido la de las cápsulas de café y en eso, hay que reconocerlo ante todo, la imaginación del ser humano no tiene límites; este es uno de esos ejemplos. ¿Cómo podíamos imaginar que habría tiendas dónde se hacen colas enormes para ir a recoger el café como si estuviéramos ante una carencia de stock mundial?, ¿cómo podíamos imaginar que el color del envase sería más importante que el aroma a la hora de elegir esta infusión?, ¿cómo podíamos imaginar que todo el mundo desarrollado iba a cambiar sus cafeteras por decisión de la imaginación suiza (digo yo)?.

Pero, una vez reconocido el mérito del creador, me faltan argumentos para aceptar las razones de los usuarios. Ya sé que casi todos lo somos, pero aun así me niego a aceptar la falta de autocrítica y he decidido ser el último que se pasará al café en cápsulas y daré mis argumentos que aún siendo muy simples no los veo reflejados:

En primer lugar, el comercio justo, hay que entenderlo como una de las formas más "naturales" de equilibrar las grandes diferencias económicas entre continentes y países, siempre que los más ricos no utilicen precisamente esa riqueza para impedir mediante aranceles, subvenciones o normativas exageradas que dichas diferencias disminuyan.
El café es un producto barato en origen y, aunque dominado por grandes empresas, supone una de las mayores rentas de miles de personas y de países, desde luego, más pobres que Europa.
El café encapsulado viene a suponer un precio seis veces más caro por kilo para el usuario final, con una reducción de un 20% aproximadamente de consumo real de café dada la tecnología usada.
Eso sí, los fabricantes de aluminio, plásticos y otros productos que ahora se supone deben reciclarse, aunque los propios fabricantes reconocen que no se podrá hacer hasta 2013, también ganan aunque esto suponga un mayor consumo energético a pesar de que esas empresas, lógicamente, cumplen las normativas medioambientales exigibles.
Tengo claro que el café es más cómodo de preparar, que también está bueno y que no vamos a salvar a Colombia, Arabia o Brasil con no usar las cápsulas, pero cuando veo como el consumismo exagerado hace olvidar cualquier tipo de autocrítica, hasta que algún documental televisivo nos lo muestre, me asombro tanto como me ha asombrado la imaginación del creador de la idea.

Un cafetero

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