17 de julio de 2010

La reforma de la ley electoral

Pregunta de Gaspar Llamazares al presidente durante el último debate:
“y de la reforma de la ley electoral qué?”

Uno de los problemas que está teniendo el actual gobierno para la gestión de la crisis es la falta de un apoyo sólido que permita que las decisiones que se toman, sean reforzadas por una mayoría que traslade a la sociedad confianza en dichas decisiones.

El bipartidismo tiene eso, si tu fallas yo seré el presidente y eso es lo que aplica la oposición.

Por otra parte la actual ley electoral sólo da vida, fuera de los dos partidos, a los que son muy fuertes en su autonomía, así pues a quien puede extrañar que para conseguir algo haya que apoyarse en partidos cuyo objetivo es minoritario, geográficamente hablando, es lo que han dado en llamar la geometría variable.

Muchos somos los que desde hace tiempo (Economía y Ley d´Hondt 2009)
creemos que muchos de los aspectos de nuestra vida social y política están afectados por una ley que si bien tenía sentido hace 30 años ahora entorpece el desarrollo de nuevas ideas que permitan avanzar en lugar de estar cada cuatro años con el “váyase Sr X”, de ahí mi interés en la pregunta del encabezado.

Qué cambios podrían hacerse y qué podríamos obtener? Me atrevo a presentar algunas ideas:

-Disminución del mínimo necesario para obtención de escaño, no sería necesario tanta campaña electoral para poder ser elegido, representando a minorías significativas, al reducirse el actual mínimo exigido del 3% provincial (5% si estás en determinadas elecciones autonómicas).

-Voto a la persona, no al partido, supongo que con los corruptos (sentenciados o no) que vamos conociendo todos los días, casi todos estaríamos de acuerdo en poder votar a listas abiertas dónde al menos poder excluirlos por mucho que se apueste por un partido determinado.

-Mayor diferenciación Congreso y Senado en cuanto a la representatividad Autonómica. Quizá cambiando la circunscripción de provincias a Autonomía aumentaría para el Senado la representatividad propiamente autonómica, claro siempre que se ajuste el número de representantes por circunscripción. Posiblemente se conseguiría que alguien entendiera para qué sirve el Senado, más allá de lo que dicen los papeles.


Obtendríamos un parlamento dónde aumentaría el número de partidos, o de alas dentro de los mismos, dónde los ciudadanos se sentirían algo más representados, dónde los políticos deberían negociar más por ideología y menos por territorio cuando los temas sean de índole social o económica. Puede que hasta se consiguiera un aumento en la participación ciudadana en las elecciones.

Y quizá se conseguiría una mayor confianza en que el esfuerzo de todos será recompensado, al menos con un reparto equilibrado de esfuerzo-recompensa, lo cual en la situación económico social actual es imprescindible.

En las próximas elecciones el partido que quede en segundo lugar, cuando mire hacia los lados para buscar apoyos quizá se acuerde de la reforma de la ley electoral, el que gane se encargará de evitar cualquier modificación,
¡eso es tener visión a medio plazo y sentido de estado!.